Frígida

Pensé que necesitaba manos para arrancarme el puñal del pecho. Pero me equivoqué.
Por muchas lágrimas que de mis ojos caigan mientras hurgo en la herida siempre miraré hacia arriba, dónde colgué el recuerdo por el que sigo en pie.
Yo... sola... conmigo. Y que oscuridad se me viene tintada de sangre, casi ya podrida.

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